sábado, 23 de julio de 2011

LA MENTIRA

    En este mundo que nos ha tocado vivir la mentira ha tomado un papel principal y la usamos como calderilla soltándola por donde quier y a quien sea, incluso a los seres más cercanos y queridos,  defendiéndola o escudándola en frases hechas o tópicos como “más vale una mentira que te haga feliz que una verdad que te haga llorar”.

    Los que mentimos o hemos mentido, porque todos hemos llegado a mentir alguna vez, debemos de ser consciente de que porque todo el mundo se crea una mentira esta NO se convierte en verdad y que es erróneo creer que mas vale vivir en la mentira que conocer la verdad. Vivir en la mentira sin conocer la verdad es vivir de forma irreal, es vivir secuestrado. La mentira es un fantasma que no te dejará vivir mientras que tu solo sepas la verdad. Vivir en la mentira es solamente prolongar la agonía de una crisis, de una relación.

     Pero la mentira no es solamente no decir la verdad, la mentira, también es, guardar silencio, contar una verdad a medias, (quizás esta, para mi, sea la mayor de las mentiras),  la mentira es la traición, la falta de confianza. El que miente es porque es incapaz de afrontar la realidad y lo malo no es que se condene a vivir bajo la adversidad de su propia mentira, sino porque condena a otros a vivirla con él.

    La mentira es la base de la ley y de la justicia pues la injusticia no es mas que una gran mentira y las injusticias se hacen basándose en la ley y la justicia. Es difícil, muy difícil, creer que existen mentiras verdaderas,,, la mentira siempre es mentira.
El verdadero problema de la mentira no es que nos mientan, sino que la creamos, porque al creer en la mentira, a su vez, estamos creyendo en quienes nos la cuenta, en su supuesta sinceridad y estamos viviendo una irrealidad o mas bien en una realidad creada de forma unilateral para el propio bien de quienes las cuentan, y por lo tanto nos estamos convirtiendo en marionetas de ellos.

     Llevados por la inseguridad y desconfianza en nuestra capacidad de ser aceptados tal como somos, podemos caer en la tentación de adornar aquí y allá nuestra historia y nuestras habilidades de forma que causemos una impresión favorable en las demás personas. Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto. Mientras que la persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus anécdotas y los episodios vividos, porque los transcribe al dictado de su memoria, en cambio el mentiroso debe controlar qué versión da de su historia, para que resulte coherente con la escuchada por cada persona que le ha mentido.

     También mintiendo sobre lo que hacemos  o hemos hecho llevamos a cabo algo que proporciona un pequeño resto de placer que nos da una migaja de lo que nos gustaría ser o haber sido. Lo que nos gustaría hacer, lo que en ensueños nos prometemos, lo que según nuestros cálculos inflados seguramente nos pasará puede hacernos correr tanto en el tiempo que disfrutemos precipitadamente de lo que todavía no somos, y ello nos prepara mal para el naufragio de nuestros ilusiones durante el transcurso despiadado de la vida. Este tropiezo no le sucede a quien su mirada alcanza al escalón de arriba sólo cuando ha mirado bien que ha subido el actual.

Serva Labari

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